4 de maig 2011

Sade

Helen Folasade Adu está bailando en un club nocturno. Suena algo de música Soul. Es alta y esbelta y se mueve con elegancia y sensualidad. Su complexión aceitunada denota la mezcla de sangres que corre por sus venas: inglesa por parte de madre y yoruba por parte de padre. Los hombres le miran con admiración, las mujeres también, solo que en su caso el sentimiento viene aderezado con la sal y la pimienta de la envidia. Dos muchachos se le acercan. Le dicen que tiene un grupo de funk y que necesitan una cantante. Sade les conoce de vista, iban a su mismo colegio. Ahora esta estudiando diseño de moda y nunca había pensado en ponerse a cantar a pesar de lo mucho que Marvin Gaye, Stevie Wonder, Donny Hathaway Roberta Flack significan en su vida. Acepta echarles una mano hasta que encuentren a una cantante de verdad.

Todos sabemos que la otra cantante no llegó nunca a aparecer y que con la necesaria remodelación aquel embrión de grupo acabo convertido en Sade, el grupo dirigido por la deslumbrante nigeriana cuyo nombre comparte. Con Sade al frente y con la hábil musicalidad de Stuart Mathewman, Andrew Hale y Paul Denman, saxofonista, teclista y bajista respectivamente, Sade editaron su primer disco en 1984 y el mundo entero cayo rendido a sus pies. Suave, lírica, calida y envolvente, la música de Sade era un remanso de buen gusto y sensibilidad en los atroces y desenfrenados años 80.

Cinco discos y dos décadas y media mas tarde (mas una recopilación y un directo), amores y desamores, Grammys, Baftas, un divorcio, una hija y una obsesión enfermiza por la privacidad, Sade reaparece después de diez años de silencio en vuelta en collares africanos, con una canción tensa ya vibrante titulada “Soldier of love”, como el clásico de Arthur Alexander.

“Soldier of love” entra poco a poco. Acompañada por una percusión casi militar parece que la voz de la cantante ha perdido parte de la dulzura que le caracterizaba. Resulta chocante. Pero una escucha mas atenta nos descubre que su timbre es mas calido que nunca y en vez de una exquisita modelo de alta costura cantando sus penas de amor y sus romances con playboys elegantes escuchamos a una mujer madura y curtida por la vida, una Mama Rose africana capaz de hacer un peach cobbler tan bueno como el de Patty Labelle, Gladys Knight y Aretha Franklin... Una Sade más sabia, más realista, más viva.

Esperamos con ansiedad el álbum y los videos, esperamos con ansiedad volver a verle en directo y esperamos con ansiedad que Sade nos siga acompañando y emocionando como lo han hecho desde hace tanto tiempo sus viejas canciones y su calido y sereno espíritu musical.