El mundo fue y será una porquería como advierte el tango de Discépolo. Pero podría haber sido peor. De hecho lo fue. Hace 40 años, no podías salir con lycras a la calle, ir a vivir con tu novio sin casarte, ni decir palabrotas. Los especuladores ensuciaban el Mediterráneo y talaban la Amazonía impunemente, la mili se hacía en colonias africanas y la pena de muerte seguía inamovible en países llamados civilizados. Muchos no estaban de acuerdo y eligieron formas de vida no conformistas y contestatarias. Entre todos hicieron de los años sesenta una época de ruptura y de revueltas.
Los años han pasado. Algunos han llegado a triunfadores, como Richard Branson y David Geffen, o, sin ir tan lejos, Josep Mª Mainat o Toni Cruz, dos de los miembros del trío La Trinca, que empezaron con los festivales de Canet Rock, en los setenta, y hoy día dirigen Gestmusic, exitosa productora de televisión que cuenta con programas como Crónicas marcianas o El bus. Todos siguen vivitos y coleando y tienen mucho que enseñarnos a los que hemos crecido chupándonos el dedo ante el televisor, aunque el Mediterráneo huela mal, los aviones sigan sobrevolando la Amazonía y la silla eléctrica siga despachando víctimas al otro mundo.
La canción 'qualsevol nit pot sortir el Sol', de Jaume Sisa, introdujo el mundo de la fantasía en la opresiva realidad de 1975 y una generación de jóvenes desarraigados disfrutó con sus visiones oníricas y su cáustica ironía. Con su nuevo disco, 'Visca la Llibertat', bajo el brazo, Sisa es todo locuacidad cuando recuerda la forma de vida de la juventud marginal de hace 30 años.
"A los 18 años me fui de casa con unos amigos que tenían un grupito. Yo tocaba la guitarra, canciones de Dylan y los Beatles, pero trabajaba en una oficina... Me despidieron por el pelo largo y por mi amor al trabajo, que no era excesivo. Entré en el Grup de Folk. Venía de viajar por Europa, empezábamos a fumar porros, nos gustaba el rock, Dylan y los folcloristas americanos. Nos traíamos discos de Francia. Íbamos con greñas y sandalias, vivíamos en comuna, probábamos el ácido. Eventualmente, hacíamos encuestas, trabajábamos en cualquier sitio. El verano del 70 lo pasé en la Costa Brava. Tenía una novia que hacía collares de habas, lentejas y garbanzos. Los vendíamos a los turistas y yo cantaba mis canciones en los bares y me ganaba bien la vida, vivíamos en pensiones, comíamos en restaurantes de esos que no te envenenaban porque eras joven.... ¡Cuando veo que la gente de ahora, a los 20 y a los 30 años, vive con sus padres! Ahora, un chaval de 20 años si no sale con su jersey de marca, sus 10.000 pelas para el gramito, la moto y el móvil... ¡Hay que joderse! ¡Hace 30 años no era así! Un tío que se emancipaba sabía que las iba a pasar canutas. De vez en cuando ibas a casa a ducharte, y a ver si la madre te ponía un estofado"...
"Era minoritario, si hubiera sido un fenómeno de masas se habría notado. Ir con el pelo largo en el 70 era problemático, te llamaban maricón"... ¿Hay ahora más tolerancia? "El país ha prosperado, se ha elevado el nivel de vida y el cultural. En el fondo no ha cambiado mucho. Pero por lo menos ha cambiado lo suficiente para poder respirar un poco".
"Yo vivo solo, no tengo hijos, no creo en la familia y mis ideas al respecto están cada vez más claras. Yo sigo viviendo y cantando más o menos como entonces".
Para los amantes del rock español, Pau Riba es el compendio del hippismo, o mejor, de todo lo bueno que tuvo el hippismo. Autor de extrañas canciones, intérprete irreverente e iconoclasta, tiene dos hijos de 26 y 29 años. "Tengo otro de 18 y uno de ocho, que vive con su madre y va a un colegio alemán. Al principio, intenté educarlos yo, pero no pude seguir porque las mujeres que he tenido no han sido nada hippies". Con los dos mayores ha formado un grupo. "Se llama Pastora y es tecno. Mi hijo Caín es músico, ha estudiado y es de los que entienden de técnica. Yo creo que no importa para nada ser buen guitarrista o buen cantante. Cuando alguien tiene algo que decir, no importa que no afine. Lo importante es el impacto global. Caín va con todos los aparatos y Pauet, que es joyero, y le va la cosa gráfica, va con ordenadores y se ocupa del multimedia, imágenes en tres dimensiones"...
"Creo que llevo once discos en 30 años... Me sigo considerando hippy. Financieramente tengo problemas. Cuando Serrat o la María del Mar cantan una canción mía, cobro un pellizco, pero no para vivir. Me lo hago todo yo, edito mis libros y discos por que no trago con los contratos abusivos".
¿En 1970 no lo eran? "También, pero yo era jovencito y tragaba.... Ahora, con lo que llevo corrido... Al firmar con una discográfica te obligan a firmar con una editora que se lleva el 50% de tus derechos, y pueden fraccionar tu obra, venderla y revenderla. Un abuso".
¿Y cómo te hiciste hippy antes que nadie? No tuviste tiempo ni de copiártelo del extranjero. "Estábamos bajo una dictadura que, en Cataluña, era opresiva para la cultura. Nos parecía ridículo ser antifranquistas y, luego, aceptar el sistema. El camino de la injusticia a escala mundial era el que seguíamos los hippies. La gente dejaba de trabajar, de estudiar, de lavarse... Los hijos se iban de casa y dejaban a la sociedad sin relevo generacional. La estrategia hippy pasaba por la no confrontación a la violencia del sistema, pero eso se acabó en mayo del 68. En París, se enfrentaron al poder. La forma que tuvo el Estado en Estados Unidos de reaccionar contra los hippies fue pactar con la mafia la adulteración de las drogas. La mafia salió ganando porque metió a la juventud en las drogas duras. Es una teoría mía, querían abortar la lucidez".
En una España oscurantista y reaccionaria, Joaquín Luqui representaba en la radio, con su apoyo a los discos más increíbles que llegaban de Londres o de California, el más entusiasta idealismo. "Yo no era ni de izquierdas, ni de derechas, ni contra Franco, ni nada. Era esa cosa juvenil... la paz, la libertad"...
"Las canciones no han cambiado el mundo, pero sí la actitud de muchas personas. Sin esas canciones, mucha gente no sería igual y el mundo tampoco. La actitud salvaje de los Rolling iba contra el sistema y muchos jóvenes que se interesaban por la música sólo por diversión, cambiaron de actitud por las canciones de Lennon. No hacía falta decir que Franco era un hijo de puta o que el régimen tal, era una actitud: Tenemos fuerza, podemos cambiarlo".
"En agosto del 66, me enteré que estaba John Lennon en Almería rodando Cómo gané la guerra. Yo empezaba en la radio y no era más que un fan. Me fui a Almería y camelé a uno de la troupe para pasar por camarero. Estaban Michael Crawford y Richard Lester, pero Lennon era la estrella y le traían la comida de Londres por avión. Daba la excusa de que tenía problemas de estómago y yo pensé '¡Vaya desprecio, si en Andalucía hay de todo!".
"En una manifestación contra el gobierno respecto a no-sé-qué, me detuvieron y, en la comisaría, estaba un chico que era mi ídolo estudiantil y le dije 'Eres un ejemplo'… A medida que íbamos hablando, me dio la impresión de que lo único que quería era que, cuando cambiase el régimen, le nombraran jefazo para vivir como un burgués. Me sentó muy mal y me dije: '¿En éste confiamos los estudiantes?... ¡Se acabó! Voy a seguir con mis ideas, siendo solidario, pero ¿meterme en este tipo de cosas para que se aprovechen otros?'. Me hubieran podido poner en una lista negra y quedarme sin título de periodista y sin nada. Me llevé el chasco con el tío éste, con Lennon, como luego con otros artistas, pero pensaba: '¿Por esta estupidez voy a dejar de gozar con su música? ¿Voy a decir en la radio que nuestro ídolo es un estúpido?'. Seguí siendo fan de los Beatles y de John.
¿En algún momento has echado de menos la vida convencional de traje, coche, niños y apartamento en Benidorm? "No, quizá me arrepienta de lo que no he hecho. Respecto de lo que he hecho, he intentado ser honesto. Me he tenido que buscar excusas para preservar mi idealismo. La realidad es así y la forma de luchar contra ella es decir: 'Voy a seguir con mis ilusiones a pesar de la decepción. Vale la pena".
Testigo de cómo tiraban un crucifijo por la ventana en la facultad de Filosofía y Letras, Mariano Antolín Rato, escritor, traductor y periodista, fue pionero de una forma de vida y unas ideas que muchos hemos imitado. "España era franquista y espantosa. El mundo no era franquista, pero sí espantoso y sigue siéndolo. Tuve la suerte de viajar y tener bastantes discos. En España, uno de los elementos definitorios fue el rock & roll. Yo me casé con la mujer con la que vivo, lo he dicho muchas veces, porque era la única en Madrid que tenía todos los discos de Dylan".
"Entonces pensabas ‘¿será ésta la época más horrible de la historia?’. Luego leías a Defoe o Los viajes de Gulliver y decías, ‘no, hace siglos había gente que pensaba que su época era la peor’. Ahora, a los amigos de mi hija, les ponen multas por fumar canutos en la calle... El consumo de lo que la legislación llama drogas era la necesidad de escapar de lo que llaman realidad: No me creo que esto que pasa sea lo que pasa, hay más. Yo no sabía lo que quería ser pero sí lo que no quería: ser como los padres, como la gente de tu alrededor, los que se estaban instalando... Fui ingenuo y creí que todo el mundo era como yo y, mientras yo me pasaba, la gente estaba haciendo masters para ser presidentes de gobierno".
"Conocí a un beatnik norteamericano que venía de Tánger y me regaló costo. Le perdí de vista, sólo volví a saber que estaba en la cárcel de Zamora, en el 69. Murió allí en 1973: Era tan íntegro que no quiso que le ayudase la embajada americana y se murió de asco". La cárcel parece una experiencia común para gente muy heterogénea. "En cuanto decías no, en vez de sí, entrabas como preso común, no político. Los políticos hacían merendolas y a ti te trataban como la peste: ‘Esos mierdas son unos drogados".
Una de las señas de identidad de tu época fue el conflicto generacional. ¿Se ha repetido cuando tú has fundado una familia? "Considero que no debía existir la educación. Hay que enseñar a ser sociable, a comer, a leer... Pero el modo de vivir se trasmite por vibraciones y modelos. Veo cómo mis amigos descubren que sus hijos son sus enemigos y digo ‘¡Si has pagado para que te odien!’. En mi caso no es así. Por comodidad mandamos a nuestra hija a un colegio famoso, pero una amiga profesora nos dijo que había informes internos con valoraciones del tipo ‘Se integra’ o ‘No se integra’ y la valoración más baja era la de ‘Ácrata’. Al día siguiente la sacamos y estudió en un colegio público".
¿Decepcionado de cómo han evolucionado lo alternativo hacia bienes de consumo convencionales? "Las cosas eran las mismas, ya existían multinacionales. Cuando oí el primer disco de los Doors, en el 67, parecía que te contaban cosas del más allá, y eran de una gran casa de discos". La imagen de los protagonistas de los años 60 es de desencanto y desilusión. ¿Te sientes reflejado? Gingsberg dio la lata hasta que murió. Estuve seis meses con él y estaba igual de vivo. Me contaba cómo conseguía ácido y cosas así. Hace dos o tres años hubo una reunión de grupos marginales de entonces, ecologistas, etc. Fue curioso, porque habían conseguido vivir de lo que pensaban entonces Yo mismo, entre traducciones, novelas y artículos, me he hecho un nicho bastante cómodo".
La situación de las mujeres en estos años es otra cuestión a dilucidar. Isabel Escudero, socióloga, poetisa, ensayista. "En aquella época, sólo había una vía de liberarnos del poder del padre y era buscar un hombre que hiciera de marido. Me casé por la Iglesia en el 62. A los 20, ya tenía un hijo. No por ganas de casarme, sino por la obligación de estar en casa, no mantener relaciones con chicos y hacer lo que mandaba el Santo Padre de la Casa. No fue una cosa de enamoramiento a lo grande... Buscabas un compañero que fuera por un camino similar al tuyo. Mi padre era bastante liberal, maestro de escuela, había estado en la Institución Libre de Enseñanza y en la guerra había sido miliciano de cultura de la República, pero sentía la obligación de actuar como mi cancerbero".
"En mayo del 68 trabajaba en una agencia de publicidad e iba y venía a París y me traía libros prohibidos por el franquismo. Estuve en abril y mayo de 1968 en París y asistí, de lleno y sin querer, a todas las turbulencias".
"En Francia y en otras democracias viejas, los chicos ya se habían levantado contra la dictadura de la estupidez de la mayoría. La Revolución de los Claveles de Portugal fue fundamental. Aparecen otros modos de rebelión, no sólo ‘¡Ahí tenemos al dictador!’, sino: ‘La dictadura está en uno mismo’ y hay que hablar del subconsciente. Yo nunca he tenido carnet de nada, al final me fui con la CNT y los movimientos libertarios de los que siempre me sentí cerca".
"Muchos sueños se han quedado por el camino. La cultura se convirtió en tapadera de la abulia, la misma contracultura lo era. No dábamos el paso de ‘A Dios rogando y con el mazo dando’, que es lo que interesaba. La mayoría de mis colegas son ahora directores de periódicos, de multinacionales, cerca del dinero, incluso con cargos políticos de derechas. Nunca sintieron la llamada de la verdad y ahora sale a la luz. Yo no podría trabajar en ningún consorcio compatible con el dinero, ni en un partido. Vivo de mi profesión en la universidad, dirijo una revista sin subvención alguna, Archipiélago, y sigo dando mucha importancia al razonamiento, la palabra y la canción".
En un momento de entusiasmo le pido su opinión a Agustín García Calvo, filósofo, escritor, poeta, editor, fundador de la comuna de Zamora y luchador contra la idiotez y la ceguera ante los lugares comunes. "Lo que te vaya a decir no es historia, es recuerdo vivo. Yo estaba en una situación de rotura, había roto con muchas cosas, con la familia, con Sevilla... Cuando comenzaron los movimientos estudiantiles, en febrero de 1965, y sentí a muchos estudiantes levantándose, fue como encontrarme en casa". ¿Qué es lo que recuerdas más vivamente? "La marcha silenciosa del 26 de febrero de 1965. Espectacular por el silencio y la enorme cantidad de gente que avanzaba a lo largo de Ciudad Universitaria hasta el Arco de Triunfo donde los grises nos detuvieron. Aquella enorme columna que avanzaba desde las facultades"...
¿Qué es lo que ha quedado de todo aquello: El culto a la juventud, la conciencia ecológica, el consumo de drogas, la libertad sexual...? "Todo eso son instituciones, asimilaciones realistas, formas más o menos aceptadas. Las asimilaciones son lo más lamentable, hay que estar contra ellas y, al mismo tiempo, no darles mayor importancia". Entonces, también hay que luchar contra ellas. "Por supuesto. Lo principal, contra las drogas. Yo luché contra eso porque las drogas se prestan a la asimilación y más cuando se desarrolla esa especie de mística". La mayor parte de gente de entonces parece desencantada y ha arrojado la toalla. Tú sigues muy batallador. "Yo sigo sintiendo que estoy igual de vivo, me niego a la conversión en historia de aquello. Me encontré llevado por aquello como una oleada y la oleada continúa". ¿Cuál es la estrategia? "Primero hablar, decir la verdad, porque la realidad es mentirosa. Después, todo lo que pueda surgir. Gracias a que el régimen no está perfectamente construido, siempre es posible descubrir su mentira".