El periodismo musical -excepción hecha de la reseña de conciertos- no existe en España. Salir a la calle, coger el teléfono, peguntar y tomar notas, investigar, descubrir, denunciar… Son cosas que no se hacen en la prensa española cuando se trata de temas musicales.
De ahí que la falta de credibilidad e influencia de los medios musicales haya llegado a niveles de fisión nuclear.
El problema se agrava dado que no ha habido nunca presupuesto para pagar reporteros dado que las altas esferas mediáticas dan por sentado que el periodismo musical es por definición labor de refritos y de poltrona.
Personalmente, lo mismo como autora que como lectora, encuentro muy aburrida la poltrona y, con el único fin de divertirme y divertir, he intentado buscar las otras caras del prisma, pero no merece la pena, el resultado es desolador: en el campo musical, la labor del periodista es meramente promocional. El máximo alarde de intelectualidad consiste en sacralizar unos dogmas mal traducidos del inglés. Y siempre de autodefinirse personalmente y ofrecer una vía de escape a los demonios y frustraciones del crítico. He hecho reportajes sobre temas variados, pero pocas veces sobre música: sobre música se dictamina y se sentencia.
He aquí, sin embargo, que hace tres años se me ofreció un encargo que yo pensaba que iba a ser rutinario, que me iban a dar tres sacos de papelotes y que me iba a dedicar en mi casita a ordenarlos y exprimirlos. Era la historia de los 30 años del concurso de grupos del Ayuntamiento de Madrid, los Premios Rock Villa de Madrid. Pedí el poco dinero que pensaba que iba a merecer la trillada labor que me creía que se me estaba encargando: espigar las actas y archivos del Ayuntamiento, desbrozar la paja, sintetizar, intentar salpimentar con declaraciones y anécdotas y… ¡Hala, a cobrar y a recibir parabienes!
¡Qué ilusa! El Exc. Ayuntamiento de la Villa y Corte había tenido el mismo interés por el concurso de grupos como por las plantaciones de nueces de la Macadamia Oriental. No se habían guardado actas, no existían registros y ni siquiera constaban los nombres de los ganadores de la mayor parte de años (lo cual, por otro lado, era inevitable dado que la mayoría de grupos habían desaparecido sin dejar rastro tal como el rock madrileño se iba convirtiendo en una reliquia desfasada y apolillada y el concurso se iba quedando relegado a un segundo, tercer y cuarto plano de la actualidad musical).
Empieza la fase: Labor de hemeroteca. Horas y horas espigando El País, el ABC, Diar16, Ya, El Mundo, La Hoja del Lunes y lo que se terciase. Por suerte El País y el ABC lo tienen todo online con excelentes buscadores y me salvé de dañar todavía más mi maltratada vista con los demenciales lectores de microfilm de la Biblioteca Nacional. Gracias al metódico empeño de, sobre todo, El País de reseñar minuciosamente todas y cada una de las finales, conseguí pergeñar las listas de los finalistas y ganadores de todos los años… Muchos grupos me resultaban desconocidos y a otros, como Esturión, Alcaudón o Sangre Azul, les había perdido el rastro en la maraña de grupos y grupetes que aparecen y desaparecen cada día en una ciudad de las características de Madrid.
Hasta el último momento -literalmente a media tarde del día antes de entrar en imprenta- no conseguí contactar con Pablo, del grupo Septiembre, ganadores -con el nombre de Los Pelotas- en 1993, a quien había estado dejando recados en casa de familiares y amigos. Resultó que nos conocíamos desde la adolescencia, pero, lo mismo que La Nevera, con un nombre como Septiembre era imposible seguir sus huellas en Internet. Un papelito de inscripción arrugado dentro de unas cajas desordenadas que me habían dejado en un almacén subterráneo del Ayuntamiento (una visita muy chula, por otro lado), me sirvió para encontrar una dirección y un teléfono donde todavía vivía una hermana de Pablo.
Empieza la fase 2: Búsqueda de colaboradores, gente capaz de seguir pistas, deducir, encontrar, entrevistar, reconstruir la historia y redactarla bien, con amenidad y fidelidad. Esta parte fue la más satisfactoria. Casi todos los compañeros que llamé se mostraron entusiastas y agradecidos de llevar a cabo un trabajo que se salía de la rutina. Unos prefirieron investigar en campos que les eran familiares, otros eligieron la aventura de meterse en el ambiente de algún grupo o cantante nuevo para ellos. Abajo pondré todos los nombres, porque gracias a ellos se pudo llevar a cabo una labor de equipo, metódica e interesante, lanzándonos cabos unos a otros, cumpliendo con los plazos a la perfección y dando a mi parecer un nivel de calidad de verdad encomiable.
Por suerte, yo no me ocupé del archivo gráfico que fue recopilado por David Calle, fotógrafo de rock, cuyo trabajo, lo mismo que sus relaciones personales, también nos sirvieron para localizar a algunos músicos desaparecidos. Santi Camuñas, director de Festimad, consiguió por su parte el archivo de Miguel Trillo y otros fotógrafos y los mismos músicos nos dieron acceso a sus archivos personales y profesionales. Sus nombres están en el PDF del libro.
Añadí unos calendarios de acontecimientos y noticias musicales y no musicales para contextualizar cada concurso en su momento y también añadí unas cuantas anécdotas divertidas, curiosas y/o esclarecedoras de cada edición que extraje de los recortes de periódicos y de las mismas entrevistas. Y, por supuesto, yo misma me cargué con la mayor cantidad posible de investigaciones y entrevistas para que los colaboradores tocasen a más en términos de compensación económica.
No conseguimos encontrar a Mercedes Ferrer, ganadora de 1985, instalada en Méjico por aquel entonces, ni a Skasico, los italianos que vinieron en furgoneta, dieron un baño a todos los participantes de aquel año, se embolsaron el premio y se volvieron, sin tomar aliento, a la carretera. Mejor dicho: Skasico nos contestaron a un email y les mandamos unas preguntas, pero no conseguimos que nos respondieran… Se debieron olvidar de nosotros… Sustituimos sus entrevistas por dos buenos artículos de Fernando Iñiguez y José Manuel Sebastián. Alaska y Canut accedieron por una vez a romper su mutismo respecto al pasado y contestaron con sus ocurrencias habituales a las peguntas de Carlos Moral. La entrevista a Wyoming por Lino Portela es de antología. Hasta Marta Sánchez, que había tomado parte en el concurso con su primer grupo, le contó sus recuerdos a Paloma Leyra. Creo que el libro refleja muy bien la sociedad heavy, casi todos de clase trabajadora y de barrios humildes, con ganas enormes de entrar a formar parte de ese mundo en tecnicolor que entonces era la música. Una gran parte del material del libro forma parte de la historia social y económica
La ímproba tarea me sirvió para establecer relaciones con músicos que admiraba y con otros que no conocía, para acercarme personalmente a la última generación de grupos de rock madrileños y para recuperar amistades olvidadas… Además de conseguir una de las más grandes satisfacciones profesionales de toda mi carrera: por una vez se había hecho en la música española una investigación de calibre, al margen de campañas de marketing y de interese mercantiles.
Pero… ¿Qué interés tienen estos grupos, qué le importa a nadie toda esta gente, la mayor parte olvidados desde el mismo día después del concurso y la mayor parte perfectamente prescindibles, incapaces de sobrevivir o de hacer ninguna aportación a la música?…
¡Alto ahí! No sigas... En primer lugar, tal como investigábamos en las trayectorias y en las vidas de los diferentes grupos, descubríamos que la mayor parte de músicos seguía en activo: algunos como profesionales en estudios de grabación o en comedias musicales, otros todavía luchando en el submundo musical, otros compaginando profesiones aburridas con las horas nocturnas en el local ensayando sólo por el placer de tocar con los que son tus amigos y compañeros de penurias, quizá ya sin sueños de fama y fortuna, sólo con el amor a la música como única recompensa y como única motivación.
Y es que ese es precisamente el interés de este libro, como ya escribí en el epílogo: se trataba por una vez de hablar de los olvidados, de los trabajadores, de los que no han tenido apoyo y de los que no han tenido suerte. Hablar de los que no se habla nunca pero que son, o han sido, el aliento vital de una parte importante de la vida de una ciudad que es la música, el arte y el espectáculo. Nada que ver con la promoción discográfica encubierta que ha sido siempre la crítica musical.
Repito y termino: No sólo es lo mejor que he hecho nunca dentro del periodismo musical, es lo mejor que se ha hecho en España… ¡Y, a pesar de las prisas y del stress, sólo hay una errata en el libro! Una foto que el fotógrafo tenía mal archivada y que no fuimos capaces de identificar a tiempo.
Que este libro no haya marcado un hito, que no nos dieran premios, que no haya dejado más que una leve huella y que no se hayan iniciado otras investigaciones musicales de este calibre demuestra la estupidez demencial, la estrechez de miras y la vacuidad raquítica del mundo de la música española, de la prensa y de los medios. No es una manía mía: ¿Alguien conoce a alguien de menos de 35 años que sea asiduo a los medios musicales?
1978-2008, 30 año del Villa. Una historia del rock de Madrid
Mi agradecimieto a ls siguientes colaboradores y fotógrafos:
www.premiosrockvillademadrid.universimad.org/
De ahí que la falta de credibilidad e influencia de los medios musicales haya llegado a niveles de fisión nuclear.
El problema se agrava dado que no ha habido nunca presupuesto para pagar reporteros dado que las altas esferas mediáticas dan por sentado que el periodismo musical es por definición labor de refritos y de poltrona.
Personalmente, lo mismo como autora que como lectora, encuentro muy aburrida la poltrona y, con el único fin de divertirme y divertir, he intentado buscar las otras caras del prisma, pero no merece la pena, el resultado es desolador: en el campo musical, la labor del periodista es meramente promocional. El máximo alarde de intelectualidad consiste en sacralizar unos dogmas mal traducidos del inglés. Y siempre de autodefinirse personalmente y ofrecer una vía de escape a los demonios y frustraciones del crítico. He hecho reportajes sobre temas variados, pero pocas veces sobre música: sobre música se dictamina y se sentencia.
He aquí, sin embargo, que hace tres años se me ofreció un encargo que yo pensaba que iba a ser rutinario, que me iban a dar tres sacos de papelotes y que me iba a dedicar en mi casita a ordenarlos y exprimirlos. Era la historia de los 30 años del concurso de grupos del Ayuntamiento de Madrid, los Premios Rock Villa de Madrid. Pedí el poco dinero que pensaba que iba a merecer la trillada labor que me creía que se me estaba encargando: espigar las actas y archivos del Ayuntamiento, desbrozar la paja, sintetizar, intentar salpimentar con declaraciones y anécdotas y… ¡Hala, a cobrar y a recibir parabienes!
¡Qué ilusa! El Exc. Ayuntamiento de la Villa y Corte había tenido el mismo interés por el concurso de grupos como por las plantaciones de nueces de la Macadamia Oriental. No se habían guardado actas, no existían registros y ni siquiera constaban los nombres de los ganadores de la mayor parte de años (lo cual, por otro lado, era inevitable dado que la mayoría de grupos habían desaparecido sin dejar rastro tal como el rock madrileño se iba convirtiendo en una reliquia desfasada y apolillada y el concurso se iba quedando relegado a un segundo, tercer y cuarto plano de la actualidad musical).
Empieza la fase: Labor de hemeroteca. Horas y horas espigando El País, el ABC, Diar16, Ya, El Mundo, La Hoja del Lunes y lo que se terciase. Por suerte El País y el ABC lo tienen todo online con excelentes buscadores y me salvé de dañar todavía más mi maltratada vista con los demenciales lectores de microfilm de la Biblioteca Nacional. Gracias al metódico empeño de, sobre todo, El País de reseñar minuciosamente todas y cada una de las finales, conseguí pergeñar las listas de los finalistas y ganadores de todos los años… Muchos grupos me resultaban desconocidos y a otros, como Esturión, Alcaudón o Sangre Azul, les había perdido el rastro en la maraña de grupos y grupetes que aparecen y desaparecen cada día en una ciudad de las características de Madrid.
Hasta el último momento -literalmente a media tarde del día antes de entrar en imprenta- no conseguí contactar con Pablo, del grupo Septiembre, ganadores -con el nombre de Los Pelotas- en 1993, a quien había estado dejando recados en casa de familiares y amigos. Resultó que nos conocíamos desde la adolescencia, pero, lo mismo que La Nevera, con un nombre como Septiembre era imposible seguir sus huellas en Internet. Un papelito de inscripción arrugado dentro de unas cajas desordenadas que me habían dejado en un almacén subterráneo del Ayuntamiento (una visita muy chula, por otro lado), me sirvió para encontrar una dirección y un teléfono donde todavía vivía una hermana de Pablo.
Empieza la fase 2: Búsqueda de colaboradores, gente capaz de seguir pistas, deducir, encontrar, entrevistar, reconstruir la historia y redactarla bien, con amenidad y fidelidad. Esta parte fue la más satisfactoria. Casi todos los compañeros que llamé se mostraron entusiastas y agradecidos de llevar a cabo un trabajo que se salía de la rutina. Unos prefirieron investigar en campos que les eran familiares, otros eligieron la aventura de meterse en el ambiente de algún grupo o cantante nuevo para ellos. Abajo pondré todos los nombres, porque gracias a ellos se pudo llevar a cabo una labor de equipo, metódica e interesante, lanzándonos cabos unos a otros, cumpliendo con los plazos a la perfección y dando a mi parecer un nivel de calidad de verdad encomiable.
Por suerte, yo no me ocupé del archivo gráfico que fue recopilado por David Calle, fotógrafo de rock, cuyo trabajo, lo mismo que sus relaciones personales, también nos sirvieron para localizar a algunos músicos desaparecidos. Santi Camuñas, director de Festimad, consiguió por su parte el archivo de Miguel Trillo y otros fotógrafos y los mismos músicos nos dieron acceso a sus archivos personales y profesionales. Sus nombres están en el PDF del libro.
Añadí unos calendarios de acontecimientos y noticias musicales y no musicales para contextualizar cada concurso en su momento y también añadí unas cuantas anécdotas divertidas, curiosas y/o esclarecedoras de cada edición que extraje de los recortes de periódicos y de las mismas entrevistas. Y, por supuesto, yo misma me cargué con la mayor cantidad posible de investigaciones y entrevistas para que los colaboradores tocasen a más en términos de compensación económica.
No conseguimos encontrar a Mercedes Ferrer, ganadora de 1985, instalada en Méjico por aquel entonces, ni a Skasico, los italianos que vinieron en furgoneta, dieron un baño a todos los participantes de aquel año, se embolsaron el premio y se volvieron, sin tomar aliento, a la carretera. Mejor dicho: Skasico nos contestaron a un email y les mandamos unas preguntas, pero no conseguimos que nos respondieran… Se debieron olvidar de nosotros… Sustituimos sus entrevistas por dos buenos artículos de Fernando Iñiguez y José Manuel Sebastián. Alaska y Canut accedieron por una vez a romper su mutismo respecto al pasado y contestaron con sus ocurrencias habituales a las peguntas de Carlos Moral. La entrevista a Wyoming por Lino Portela es de antología. Hasta Marta Sánchez, que había tomado parte en el concurso con su primer grupo, le contó sus recuerdos a Paloma Leyra. Creo que el libro refleja muy bien la sociedad heavy, casi todos de clase trabajadora y de barrios humildes, con ganas enormes de entrar a formar parte de ese mundo en tecnicolor que entonces era la música. Una gran parte del material del libro forma parte de la historia social y económica
La ímproba tarea me sirvió para establecer relaciones con músicos que admiraba y con otros que no conocía, para acercarme personalmente a la última generación de grupos de rock madrileños y para recuperar amistades olvidadas… Además de conseguir una de las más grandes satisfacciones profesionales de toda mi carrera: por una vez se había hecho en la música española una investigación de calibre, al margen de campañas de marketing y de interese mercantiles.
Pero… ¿Qué interés tienen estos grupos, qué le importa a nadie toda esta gente, la mayor parte olvidados desde el mismo día después del concurso y la mayor parte perfectamente prescindibles, incapaces de sobrevivir o de hacer ninguna aportación a la música?…
¡Alto ahí! No sigas... En primer lugar, tal como investigábamos en las trayectorias y en las vidas de los diferentes grupos, descubríamos que la mayor parte de músicos seguía en activo: algunos como profesionales en estudios de grabación o en comedias musicales, otros todavía luchando en el submundo musical, otros compaginando profesiones aburridas con las horas nocturnas en el local ensayando sólo por el placer de tocar con los que son tus amigos y compañeros de penurias, quizá ya sin sueños de fama y fortuna, sólo con el amor a la música como única recompensa y como única motivación.
Y es que ese es precisamente el interés de este libro, como ya escribí en el epílogo: se trataba por una vez de hablar de los olvidados, de los trabajadores, de los que no han tenido apoyo y de los que no han tenido suerte. Hablar de los que no se habla nunca pero que son, o han sido, el aliento vital de una parte importante de la vida de una ciudad que es la música, el arte y el espectáculo. Nada que ver con la promoción discográfica encubierta que ha sido siempre la crítica musical.
Repito y termino: No sólo es lo mejor que he hecho nunca dentro del periodismo musical, es lo mejor que se ha hecho en España… ¡Y, a pesar de las prisas y del stress, sólo hay una errata en el libro! Una foto que el fotógrafo tenía mal archivada y que no fuimos capaces de identificar a tiempo.
Que este libro no haya marcado un hito, que no nos dieran premios, que no haya dejado más que una leve huella y que no se hayan iniciado otras investigaciones musicales de este calibre demuestra la estupidez demencial, la estrechez de miras y la vacuidad raquítica del mundo de la música española, de la prensa y de los medios. No es una manía mía: ¿Alguien conoce a alguien de menos de 35 años que sea asiduo a los medios musicales?
1978-2008, 30 año del Villa. Una historia del rock de Madrid
Mi agradecimieto a ls siguientes colaboradores y fotógrafos:
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